Los plaguicidas surgen alrededor de 1930 y 1940 como resultado de la creación de sustancias químicas a las cuales se les evaluó el efecto producido en algunos insectos, teniéndose como resultado un grado de toxicidad en estos organismos. Uno de los primeras sustancias con características de insecticida, creado en 1939, fue el diclorodifeniltricloroetano (DDT) que después fue utilizado en la segunda guerra mundial para evitar los insectos vectores de enfermedades. En 1986 la Food and Agriculture Organization de las Naciones Unidas definen a los plaguicidas como una sustancia destinada al control, destrucción, prevención de plagas o vectores de enfermedades que ocasionan alteraciones o modificaciones en los productos alimenticios.
En la agricultura la utilización de los plaguicidas se ha convertido en una actividad cotidiana, desconociéndose su potencial de alteración en la integridad y biodiversidad de los ecosistemas naturales tanto acuáticos como terrestres. Actualmente el uso de plaguicidas es una práctica normal en las actividades agropecuarias asiéndose necesario el conocimiento de los efectos alternos producidos en los mismos ambientes de esparcimiento y así poder desarrollar un manejo integrado en la aplicación de estos plaguicidas. Los registros indican que de los plaguicidas manipulados en las actividades agrícolas el 47% es depositado en suelos y efluentes cercanos (OMS 1990), dependiendo de las condiciones geológicas, climáticas y la forma de esparsión, produciendo consecuencias en las variaciones de los niveles de colinesterasa en la sangre o tejido cerebral además de la disminución en la proliferación de linfocitos y la producción de anticuerpos, especialmente en mamíferos. Por lo anterior es necesario e indispensable la utilización y desarrollo de procesos como la alelopatía que permitan mejorar no solo la calidad de vida de la población humana, si no que se otorgue un ambientes propicios y de libre esparcimiento para la vida natural.